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Desde los primeros días de nuestra infancia nos resistimos a la voluntad de otra persona cuando se opone la nuestra. Esta actitud interna no cambia al envejecer, ya que no nos gusta estar sujetos a las leyes de Dios y de los hombres y tampoco podemos estarlo. ¿Aun te sientes de esta manera? ¿Todavía miras la Ley como las listas de cosas que están prohibidas u ordenadas y que obstaculiza tu libertad para elevarte o explorar?