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Dios establece morada permanente con Su pueblo en la Tierra Prometida, representando así la venida de Cristo y su presencia con Su pueblo en el tiempo y la eternidad.
“Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” (Ap. 21:22–23).