Ninguna acción que una iglesia deba realizar, en nombre del autor de la Salvación, el Señor Jesucristo, es más seria que la separación de un miembro de la familia y de la comunión de la iglesia. El propósito de la excomunión formal es que este hermano venga al arrepentimiento. El Señor nos llama a buscar a los hermanos o hermanas excomulgados como objetos de evangelización, y si ellos se muestran hostiles hacia nosotros, debemos seguir amándolos. Nuestra labor de amor y compasión puede conducir a la tristeza piadosa y al arrepentimiento, y si eso sucede, debemos recibir al pecador arrepentido de nuevo en nuestra comunión.