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Lo que Jeremías temía y el Señor le había anticipado, se hizo realidad. Jeremías experimentó mucha oposición, odio y abuso por testificar fielmente. En Jeremías 11:21, vemos que incluso la gente de Ananot, su pueblo natal, conspiraron para matarlo. También en Jerusalén, el pueblo reaccionó al mensaje de Jeremías con incredulidad y desprecio.